Escrito por: Liberty Miller | Redactora de estilo de vida
Para empezar este artículo, soy un modelo terrible a seguir. Hago demasiadas actividades, tengo muy poco tiempo y confío demasiado en la suerte que he tenido de llegar hasta aquí. Estoy en el programa de voleibol de Western, del que es increíble formar parte. Gran parte de ello se debe a que nuestros entrenadores de rendimiento de pesas, el entrenador Jo y el entrenador Metzgar, hacen tan bien su trabajo que lo único que tenemos que hacer es dormir, comer y presentarnos. Lo difícil es ser capaz de presentarse mentalmente día tras día.
Todo el mundo ha oído alguna vez el famoso dicho: "La mente se rinde mucho antes que el cuerpo". Nadie conoce ese dicho mejor que yo y mi equipo durante nuestras sesiones de cardio dos veces por semana. He tenido que luchar con una agenda apretada, además de padecer un trastorno por déficit de atención con hiperactividad que me dificulta concentrarme y realizar las acciones correctamente. Se manifiesta durante las pesas, cuando tengo que recordar nuestro complejo de pesas o durante los entrenamientos, cuando olvido -una vez más- abrir mi ángulo durante la recepción del saque. El trimestre pasado estuve trabajando 32 horas, además de tener otro trabajo, las tareas escolares, el voleibol y las sesiones de pesas.
Es frustrante y mentalmente agotador. Si estás en una situación similar, sabes exactamente de lo que hablo. Cuando la vida te pisa los talones todos los días, se niega a detenerse y te humilla de maneras que ni siquiera sabías que eran posibles, la mente tiene dos opciones: puede derrumbarse o puede hacer crecer algún músculo para sostener todo ese peso.
Recuerdo que a mediados de marzo pensé: "Quizá no estoy hecha para todo esto. ¿Es aquí donde termina mi capacidad atlética? ¿Es éste mi límite?". Echando la vista atrás, mi cerebro y mi cuerpo necesitaban un descanso, y me fui a casa durante las vacaciones de primavera, para desahogarme y reflexionar sobre lo que había sentido hasta entonces. Lo que me vino a la mente fueron todas esas veces que pensé que no aguantaría el cardio.
Decidí que mi nueva creencia es: cuando algo vaya mal y mi mente esté cansada, voy a luchar por mí misma y a creer en mi potencial. Tomé algunas decisiones para impulsarme. Quité algunas pesas de la barra de mi cerebro. Empecé a tomar medicación para el TDAH, me puse las pilas en el trabajo: sólo los fines de semana, así que el voleibol y la escuela tienen prioridad. Incluso reorganicé mi habitación y empecé a abrir las persianas para que el sol intentara arreglar mi ritmo circadiano por las mañanas. Ahora, quién sabe si los cambios serán sostenibles. Sin embargo, ya he tenido la sensación de haber localizado con éxito mi cerebro después de que fallara un lifting. Le quité algo de peso y volví a subirlo. Ahora, el peso se mueve más fácilmente, porque creo en mi potencial.
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